El rapto de Proserpina
Día del Patrimonio 2012
En unas tierras muy lejanas vivían una madre y su hija.
Ceres, era el nombre de la madre, y su hija se llamaba Proserpina. Las dos
pasaban los días juntas jugando, hablando, paseando,… Eran inseparables.
Plutón, que vivía en lo profundo de la tierra, subió a dar
un paseo por el prado, y vio a Proserpina cogiendo flores junto a su madre. Se
enamoró enseguida de ella, pero sabía que Proserpina era feliz con su madre, y
que no querría irse con él al mundo que había debajo de la tierra, porque allí
no crecían las flores.
Entonces se le ocurrió que había alguien que le podía
ayudar: su amigo Júpiter, que era muy poderoso y a quien seguro que se le
ocurría algún forma para que Proserpina se fuese a vivir con Plutón. Júpiter
quiso ayudar a su amigo, y con Plutón preparó una trampa para llevarse a
Proserpina de la tierra.
Los dos amigos, pusieron una flor grande y muy bonita en el
prado en el que Proserpina iba a recoger flores con su madre, sabiendo que
aquella flor le gustaría mucho a Proserpina. Y así fue. Cuando Proserpina vio
la flor, enseguida quiso olerla porque nunca había visto otra flor igual, y
cuando se agachó para cogerla, Plutón apareció desde debajo de la tierra y allí
se la llevó. Sabía que a Proserpina le encantaba vivir con su madre y ver las
flores en los campos todos los días y nunca se iría con él, así que se la llevó
a la fuerza.
Plutón estaba muy contento porque ya tenía a Proserpina con
él, y se casó con ella. Cada día la intentaba convencer de que comiese un poquito:
Ø Como,
come un poquito nada más.
A
lo que siempre ella contestaba:
Ø No,
no me apetece. Hasta que un día no pudo más y comió un poco de una granada que
había en la casa de Plutón.
Mientras
tanto, Ceres buscaba en la tierra a su hija, iba por los bosques preguntando a
todos los seres que se encontraba a su camino:
Ø ¡Hola
pajarito! Me encuentro muy triste porque no sé dónde está mi querida hija
Proserpina, ¿no sabrás tú dónde puedo encontrarla?
Ø Ceres,
siento mucho no poder ayudarte, pero no sé dónde la puedes encontrar.
Ø ¡Hola
hermoso Sol! Por casualidad no habrás calentado con tus rayos a mi hija
Proserpina, a la cual busco desde hace días.
Ø ¡Oh!
Amiga mía, si hubiese visto a la hermosa Proserpina seguro que la recordaría.
Ø Pequeña
ardilla, ¿recuerdas si se ha acercado a ti mi hija para poder jugar contigo?
Ø Hace
demasiados días que Proserpina no viene por aquí y no juega con nadie.
Así pasaron los días y Ceres seguía preguntando. Mientras
tanto, las flores de la tierra seguían muy tristes, porque ni Ceres ni Proserpina
se acercaban a verlas. Cuando se oyó de repente la voz temblorosa de un árbol:
Ø ¡Oh!
Ceres, yo sé dónde se encuentra tu hija. Se la ha llevado Plutón, se la llevó
debajo de la tierra para casarse con ella.
Al enterarse de que Plutón se había llevado a su hija, se
fue a buscar a Júpiter, sabiendo que era amigo de Plutón. Júpiter vio lo triste
que estaba Ceres y le dijo que intentaría que su amigo dejase volver a
Proserpina con su madre.
Plutón, que sabía que Ceres encontraría a Proserpina, le dijo
a Júpiter que ya no podía volver a la tierra porque había comido fruta de su
casa, y si alguien comía fruta del mundo de debajo de la tierra, ya no podría
salir de allí.
Ceres seguía muy triste, y como no estaba su hija, pues no
se preocupaba de las flores, ni de los árboles, y entonces las flores se
secaron, los árboles empezaron a perder sus hojas,…
Así estuvieron algún tiempo hasta que Júpiter, que veía lo
que estaba pasando en la tierra, hizo que Plutón y Ceres llegasen a un acuerdo:
Proserpina estará seis meses en la tierra y seis meses con Plutón en los
infiernos.
Desde entonces, cuando Proserpina está con su madre en la
tierra, Ceres se pone muy contenta, y crecen las plantas, las flores, los
árboles dan fruta, y cuando Proserpina está con Plutón, Ceres se encuentra muy
triste y la naturaleza deja de florecer.
Por todo eso, Ceres es la encargado de proteger la
naturaleza, y año tras año hace que llegue la primavera.
Museo Nacional de
Arte Romano
El Rapto de Proserpina Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) |
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